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Hoy en día el uso de software es muy común; en la mayoría de empresas y celulares personales encontramos muchos tipos de sistemas informáticos. Ellos nos aportan facilidades para nuestra vida diaria y son de mucha utilidad si pensamos en la gran cantidad de datos que pueden manejar y la simplicidad con que los usuarios pueden acceder a ellos.

El asunto con el desarrollo de software es que cada vez más se cruza la línea entre lo que es ético y lo que no. Podemos decir que un desarrollador debe estar preparado para conocer más que sólo sus materias de programación, puesto que cada vez más el desarrollo de sistemas va más allá de los códigos: vemos cómo se manejan datos personales, privacidad, datos biométricos, secreto bancario, etc.

La preparación en seguridad informática es vital, pero más allá de conocer la manera segura de crear un sistema, está la responsabilidad del profesional, que fiel a sus principios, debe anteponer su ética ante peticiones ilegales o mal intencionadas. Por ejemplo, la buena fe que debe prevalecer ante una petición de obtener información privada.

En nuestro país, los informáticos no cuentan con la obligatoriedad de estar colegiados, ni de realizar un juramento como lo realizan los médicos o los abogados. Es importante que una carrera que cada vez más tiene accesos a datos sensibles, deba cumplir con ciertos requisitos deontológicos.

Algo tan sencillo como ver en una aplicación que por defecto venga marcado que se aceptan las políticas de uso, o que por defecto vengan marcados los montos más altos del precio de un producto, hacen notar que no hay una intención inocente. Si bien es cierto, muchos programadores pueden tener altos valores morales, en ciertas ocasiones trabajan para otras personas o compañías que no comparten esos valores, y eso hace difícil prevalecer las buenas prácticas sin que se les vaya a perjudicar.

Sería importante plantearse la posibilidad de que estos profesionales sean regulados, lo mismo que las empresas que se dedican al desarrollo de software, y así contribuir un poco a la seguridad de todos los que ponemos nuestra información en sus manos.

En una sociedad cada vez más interconectada, y a las puertas de un «metaverso», las buenas prácticas de estándares internacionales parecen ser una buena idea. Aunque una normativa local clara puede facilitar el cumplimiento de los cánones éticos esperados, la tendencia es que cada vez más la ética debe radicar en cada persona.

Las universidades deben procurar una enseñanza de la ética, donde los alumnos puedan salir al mundo laboral preparados para los retos que enfrentarán, máxime que al no ser obligatorio estar colegiados, deben asumir por sí mismos todos las consecuencias de sus actos, sin poder alegar desconocimiento. Es importante analizar los pro y los contras de esta iniciativa, y así contribuir con la seguridad y la privacidad de todos.

Del mismo modo el de Colegio de Abogados y el Colegio de Profesionales en informática y Computación deberían establecer canales de comunicación, con el fin de crear un marco regulatorio adecuado a la realidad actual en aras de una gobernanza más equilibrada para el desarrollador y el usuario.



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